"...esto es lo que los dioses nos han transmitido como método de búsqueda, de descubrimiento y enseñanza; pero los sabios de hoy día hacen lo uno al azar, más rápido o más lento que lo necesario y, luego de lo uno ponen inmediatamente lo infinito; en cuanto a los mediadores, los ignoran,... (inversamente, de lo infinito) no hay que ir inmediatamente a lo uno...". Platon; Filebo; 16 e; 18 b

sábado, 14 de mayo de 2011

TEXTOS COMPLEMENTARIOS (2) - HOMO DUPLEX (IV)



“…en nosotros, según el orden natural, las potencias del alma se impiden mutuamente, es así que cuando la operación de una potencia es intensa, la operación de otra se debilita. Y de esto procede que el movimiento de la ira, aunque sea moderado según la razón, aun así impide el ojo del alma que contempla.

    Pero en Cristo, por la moderación de la virtud divina, a cada potencia permitía obrar lo que le era propio, de manera que una potencia no impedía a otra. Y así, del mismo modo que el deleite de la mente contemplante no impedía la tristeza o el dolor de la parte inferior, así también a la inversa las pasiones de la parte inferior en nada impedían el acto de la razón…”. (Sto. Tomás de Aquino, S. Th. III, q 15, a 9, ra 3).

viernes, 6 de mayo de 2011

TEXTOS COMPLEMENTARIOS- HOMO DUPLEX IV

LOS DOLORES DE CRISTO (Sto. Tomás de Aquino; In III Sent d 15, q 2, a 3 C, co)

“…la magnitud del dolor sensible de Cristo puede considerarse a partir de tres puntos. Primero: a partir de la misma naturaleza de la pasión (sufrimiento); y así tuvo la máxima crudeza, tanto por la complexión del paciente, que estaba perfectamente dispuesta; y por eso tenía óptimo tacto, y por consiguiente en Él era más vehemente la sensación de la lesión (pues la bondad del tacto es probada también por la bondad de la complexión y la de la mente, ...) como por el género de la pena; pues fue lesionado en los lugares máximamente sensibles, a saber, en las manos y en los pies; como también por la multitud de los sufrimientos, porque soportó lesiones por todo el cuerpo.

Segundo: a partir de la pureza del dolor; porque en los otros sufrientes se mitiga el dolor sensible por el influjo de las potencias superiores en las inferiores, a causa de la contemplación que abstrae las potencias inferiores de alguna manera de sus actos, o también a causa de la complacencia de la voluntad por el amor a aquello a causa de lo que padece. En Cristo, empero no se dio tal relación de las potencias entre sí, como se ha dicho, es así que permitía a cada una obrar lo que era propio de ellas, según dice el Damasceno, y de ahí, su dolor fue sin ninguna mezcla de algo mitigante.

Tercero: a partir de la voluntad del paciente; porque sufría voluntariamente para satisfacer por el pecado de todo el género humano, por eso asumió un dolor que sobrepasa a todos los otros dolores. De modo similar también tenía magnitud a partir del dolor sensible que se llama tristeza, la que estaba en el apetito sensitivo o la que se daba en la razón natural...".

miércoles, 4 de mayo de 2011

ACCENDE LUMEN SENSIBUS y "CONÓCETE A TÍ MISMO"



   

   Señalamos en un post anterior que el orden de la afectividad depende en parte de la razón rectificante ( y en parte del amor de la voluntad). Pero esto no sería posible si no conociésemos nuestras inclinaciones temperamentales como un conocimiento básico y presupuesto a toda posible ordenación. Dicho de otro modo, en la conciencia moral está incluída la conciencia psicológica.

    Pareciera imposible que uno desconozca 'lo que le pasa' o no sepa cuáles son sus tendencias; pareciera imposible también no saber lo que amamos. La cosa no parece tan fácil, "quia stultorum infinitus est numerus" , (Eccle. I, 15) porque el número de insensatos es infinito...

    “…la voluntad es inclinada de algún modo por el mismo cuerpo, aunque no necesariamente, porque puede resistir; como los coléricos están inclinados a la ira por su natural complexión, y sin embargo, un colérico puede resistir a través de su voluntad a esta inclinación. Pero solamente resisten los que son sabios acerca de sus inclinaciones corporales, los cuales son pocos en comparación con los insensatos…” (S. Tomás de Aquino; QD de Veritate q 22, a 9, ra 2)

    ¿Quiénes son los insensatos? Los que no juzgan bien sobre 'lo que les pasa', los que tienen una falsa imagen de sí mismos; los que no quieren ver o no quieren oir sobre sí más que cosas buenas.
 
   

    Por eso en educación reviste la mayor importancia ayudar a los niños a conocerse empezando por lo más básico, por reconocer 'lo que les pasa'.

lunes, 2 de mayo de 2011

HOMO DUPLEX IV



Últimamente se me ha hecho del todo evidente que el nominalismo de fines de siglo XIII y XIV, acompañado por sus consortes: el fideísmo, el voluntarismo, el teologismo, ha sido un sucedáneo del pecado original en la historia de Occidente. No digo simplemente para la filosofía o para la teología o para la religión o para el arte o para la ciencia o para la política o para la ética. No. Así como el pecado original hirió mortalmente al hombre en su naturaleza y en todos sus vínculos, del mismo modo parece haber operado el nominalismo. Pinckaers lo llama la primera explosión atómica de la era moderna (Las fuentes de la moral cristiana; p. 315).

Uno puede preguntarse cómo es posible que un pensamiento metafísico pueda descomponer a tal punto la cultura. Pensar ese ‘cómo’ es otra historia.

Sin embargo, pueden auscultarse los síntomas. De las parcialidades de las posturas filosóficas hijas del maridaje nominalista no vale la pena hablar (basta con recordar al racionalismo y al sensismo). Pero es importante hablar de las múltiples heridas ‘culturales’.

El pecado original dejó en la naturaleza humana cuatro heridas: ignorancia en la razón, malicia en la voluntad, debilidad y concupiscencia desordenada en la afectividad sensible; heridas que expresan la privación, no solamente de la gracia, sino también de virtudes que tejiesen una única tela con la naturaleza compuesta del hombre. Son heridas porque implican división. Del mismo modo, el nominalismo, como pecado original metafísico, causó divisiones a nivel de la razón separando las ciencias de la filosofía, a ésta de la teología, alejando los saberes teóricos de los prácticos; a nivel de la voluntad, separando la ética de la ascesis y de la mística; separando ética de derecho, amistad de justicia; a nivel afectivo sensible, expulsando fuera de la ética la belleza, el amor y el sufrimiento; temas que quedarán para la poesía, el arte o la música. Si uno quiere encontrarse con la sensibilidad puede buscar en los tratados científicos y la encontrará disecada, o en el arte, y la encontrará exaltada, o en la psicología y la encontrará enferma. Con esto no estoy desconociendo el valor del arte moderno o contemporáneo, ni el de las psicologías tampoco.

Otro modo de representarse esta gran crisis es al modo de una explosión de los trascendentales: el bonum no se identifica más con el pulchrum ni con el verum. Es posible ser ‘bueno’ simplemente por cumplir la ley sin importar la perfección; esto es lo que expulsa el gozo y el pulchrum de la conducta y de la conciencia moral. Lo “estético” (lo relativo a la sensiblidad y el placer) es discontinuo con lo ético (relativo al deber) y entre éstos y lo religioso (relativo a la fe) hay un abismo.

Lo más extraordinario es que esos desgarros llegan a la conciencia del hombre religioso moderno y contemporáneo, llegan al arte, a la poesía y a la vida misma. No es pensable Lutero, ni Kierkegaard; ni la mística moderna, ni los poetas malditos; ni el barroco, ni el arte moderno; ni Simone Weil, eso por mencionar sólo algunos.

Santo Tomás dice que el único hombre que soportó pacientemente el dolor y la tristeza sin aminorarlos por la contemplación ni por la influencia de sus virtudes y su amor, sino dejándolos ser en toda su dureza, fue Cristo. Y lo hizo con el fin de manifestar mejor su humanidad, pero también para satisfacer perfectamente con sus dolores. Y no es que el Aquinate sea el único en señalar esto, no. Ya estaba en una tradición. Ningún dolor puede ser comparable a Su dolor. Solamente pudo cumplir esta obra Cristo porque también es Dios. No es así como sucede en el hombre común. Si es virtuoso, otras virtudes aminoran el dolor y la tristeza, en particular el amor a un bien superior disminuye la tristeza por la ausencia de un bien inferior. Es decir, el gozo del bien hace más soportable el sufrimiento. Esto es natural, y la gracia supone la naturaleza.

Sin embargo, el hombre ético moderno quiere el deber sin placer, justicia sin amistad. Y el hombre religioso moderno quiere sufrir sin compensación, dice. Quiere sufrir sin dejarse influir por el deleite del amor, por la contemplación de la belleza, por el consuelo de la amistad. Quiere la cruz sin la contemplación, quiere la fe sin la caridad. Menudo problema.