"...esto es lo que los dioses nos han transmitido como método de búsqueda, de descubrimiento y enseñanza; pero los sabios de hoy día hacen lo uno al azar, más rápido o más lento que lo necesario y, luego de lo uno ponen inmediatamente lo infinito; en cuanto a los mediadores, los ignoran,... (inversamente, de lo infinito) no hay que ir inmediatamente a lo uno...". Platon; Filebo; 16 e; 18 b

miércoles, 20 de octubre de 2010

SANTOS Y BEATOS

  Hace un tiempo que vengo oyendo y leyendo las cosas más dispares sobre las últimas beatificaciones y canonizaciones de la Iglesia.

  Por un lado están aquellos a quienes no les agradan los nuevos movimientos o grupos, o a quienes, inclusive, no les agrada nada nuevo, y que ante cada ceremonia que declare algún nuevo santo, salen hablando de la infalibilidad o no de las canonizaciones, de si la filosofía del santo sería o no peligrosa, de si por tan poca cosa se puede ser santo, de que santos eran los “grandes santos de otra época”, etc. etc. En definitiva, pareciera que si el movimiento es algo nuevo, y el movimiento no me gusta porque falla en algo de doctrina, o falla en liturgia, o es cerrado, o es abierto, o…; ergo, ¿de dónde salió ese santo?

  Por otro, están los que se montan en todo lo nuevo y entonces les parece que cada canonización de un fundador o de un miembro de su grupo, ya resulta en la canonización del grupo. Uno lee que “el movimiento tal ya tiene un santo”, por ejemplo, y que pronto aquel otro tendrá el suyo, y el de más allá, ¡otro más! Ah, bueno. Estamos salvados. Ahora la infalibilidad parece que la tiene el grupo por traslación de la de la canonización. Pertenecer tiene sus privilegios.

  Pero, cuando el ruido que estas voces hacen en el alma estaba llegando a molestia, resulta que leí por casualidad un artículo sobre Laurita Vicuña de Pedro de La Noi (“¿Beata chilena desconocida?”; Humanitas nº 59, 2010, 545-547) , autor también de un libro sobre ella que no he leído. Me llamó la atención lo siguiente, dicho sobre la incomprensión respecto de la beata :
  “…no haber aprendido la trascendental enseñanza de Cristo, cuando compara la actitud de las dos hermanas de Lázaro –Marta y María- frente a Él. Jesús nos aclara que es más importante lo que Él nos enseña o hace en nosotros que lo que nosotros hagamos por Él, por generoso y bien inspirado que esté: ‘una sola cosa es necesaria, María escogió la mejor parte y no se la quitarán’. En el caso que nos ocupa, es más importante lo que Cristo hizo en Laurita que lo que ella hizo por Él. Ella hizo sólo lo que Dios le pidió que hiciera en sus cortos años en este mundo y eso lo hizo heroicamente bien… Era el designio de Dios para ella, así como para otros santos niños o adolescentes, a quienes Él llamó desde este mundo, sin otorgarles mucho tiempo en este mundo ni pedirles, en consecuencia, muchas obras. En contraste con los niños o adolescentes santos, hay otros santos, como el Padre Hurtado, por ejemplo, para quienes el designio de Dios incluyó un despliegue inmenso de actividad…

  El fondo de la niñez de Jesús era oculto para quienes no habían accedido a la revelación que iluminaba el interior de Él; para quienes sí accedieron al fondo de Cristo Niño, Él era resplandeciente. Los Magos lo adoraron, postrándose ante Él, no por lo que sería, una vez adulto, sino por lo que era… Simeón, lo reconoce salvador de los pueblos por lo que ya era… Santa Isabel, por último, reconoce a María Santísima, su prima, madre de su Señor, incluso antes de que naciera Jesús… la vida oculta de Jesús, su niñez, no es preparación del evangelio, sino pleno evangelio…”.

  Justamente unos días antes de leer este texto, pensaba precisamente esto: que los santos los hacen Dios y la Iglesia, en la medida en que ella es su cuerpo y su esposa.

  En cualquier caso me parece bastante razonable que las personas se alegren y enorgullezcan de tener un santo de su grupo o su familia. Sin que por eso la entera estructura y vida de estos últimos se canonice, como tampoco lo está “todo” lo que hace la Iglesia. Porque, vamos a ver, Santa Teresita no estaba precisamente rodeada de santas; como no lo había estado Santa Teresa de Jesús, que se puso a reformar la vida del Carmelo; mejor no pensemos en las que pasó el Padre Pío, ni en esa religiosa australiana que llegó a estár excomulgada por no decir “sí, buana” al obispo que pretendía un traslado irracional.

  Porque al final, habrá reglas de perfección, caminos y carismas, pero el santo, se hace santo porque recibe como don (gratis) y da como don de lo recibido; porque se adhiere a Cristo que es Camino, Verdad y Vida, y deja que sea Él quien camine, quien sepa y quien viva. “Ya no soy yo el que vive…”.

  Y, san se acabó.























4 comentarios:

  1. Mira qué interesante comentario...yo creo que, como dicen en mi pueblo, "nunca falta alguien así"...es decir, siempre habrá gente a la que no le complazca lo que nuesta Iglesia haga o deje de hacer. No se digan los santos, como tu misma lo mencionas. Gracias por compartir esta reflexión amiguita!

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  2. Sí, es que es todo un tema, porque ambas posiciones parten del mismo supuesto: que canonizar al santo supone 'canonizar' la regla o el movimiento o lo que sea.

    Pero la santidad es un don de Dios, que el santo aceptó obrando desde el lugar en que estaba.

    Si pensamos que santifican las reglas, las normas o los carismas, pensamos como los fariseos. "Ayuno 2 veces por semana y entrego el diezmo de todo"... De ahí se seguiría que me corresponde la salvación.
    Sería lo mismo que decir: "cumplo la ley, o cumplo los mandamientos, o sigo la regla, o sigo el carisma, o cumplo las normas, etc., etc.; entonces, 'me salvo'...

    Conozco gente que cree realmente que si "está" en un movimiento o en un grupo, y obedece a todo lo que le mandan, con eso 'se salva', o en el mejor de los casos, Dios lo va a salvar porque 'está' en ese grupo.

    La macana es que Dios nos escucha si nos presentamos a Él como el publicano...

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  3. Muy bueno Beatriz, tanto la publicación como tu comentario posterior.

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  4. Respecto a la infalibilidad se puede ver la traducción de un fragmento de Mons. Gherardini que publicó el blog Desde la roca del Grifo:
    http://cnelkurtz.blogspot.com/2010/10/infalibilidad-no-es-papolatria.html

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