"...esto es lo que los dioses nos han transmitido como método de búsqueda, de descubrimiento y enseñanza; pero los sabios de hoy día hacen lo uno al azar, más rápido o más lento que lo necesario y, luego de lo uno ponen inmediatamente lo infinito; en cuanto a los mediadores, los ignoran,... (inversamente, de lo infinito) no hay que ir inmediatamente a lo uno...". Platon; Filebo; 16 e; 18 b

viernes, 26 de noviembre de 2010

DE LO QUE EL CONDÓN REVELÓ O EL MAGISTERIO PARALELO


"Estimado Wanderer, no comparto la idea de que se exagera el problema de la gomita.

Primero, porque la confusión que se ha introducido es feroz. Cualquier padre de familia católico con hijos adolescentes -et ego - pueden dar fe de que entre ellos ya se ha consolidado la idea de que "el Papa aprobó el preservativo". El error informativo, perfectamente previsible, se ha cometido, y para peor, se ha insistido, con toda contumacia, en el, agravándola con la declaración de dos funcionarios vaticanos (Lombardi y Simón, este ultimo subsecretario de un Consejo Pontificio) que han afirmado mucho más que lo que el Papa dijo. Si lo que se quiere es justificar el adminículo prostibular con la teoría del doble efecto, forzando una declaración coloquial del Papa, lo honesto es que se haga el esfuerzo intelectual y se diga claramente. Pero no vale vestir la desnudez intelectual y la falta de capacidad de hacerlo (y la posible negativa) con las vestes blancas de quien claramente dice que su libro no es magisterio.

¿Quién se hace cargo del escándalo? ¿De qué se visten los defensores del orden natural? ¿En qué pozo se esconde Monseñor Baseotto?

Este daño no tiene arreglo.

Segundo, porque la moral católica no es un sistema racional cerrado, pero sí un plexo de principios que tienen una expansividad y consistencia intrínseca, en juego con la naturaleza humana.

Huelga decir que si por capricho se admite la licitud de un acto malo per se en el comercio prostibular, existe un listado de motivos más justificados.

La Humanae Vitae queda a tiro, sólo es cuestión de tiempo. Si se justifica por un afán sanitario el uso del preservativo, nada sino un monumental agravio comparativo, una inequidad flagrante, puede dejar fuera de tal indulto a un matrimonio que tiene graves motivos para no procrear. Lo ùnico que falta es que los célibes estén exentos de pecar de sodomía: hasta parece un chiste clerical. La casuística hará el resto, como diría Borges, "del cuerpo se encargarán los caranchos".

Tercer problema, la modalidad de recepción de las palabras del Papa por el neoconservadurismo voluntarista. Esta crisis ha evidenciado la radical inanidad e insuficiencia de los neocon para adherir a la fe y moral católica como regla objetiva. Los neocon están demostrando que no son otra cosa que progresistas de baja velocidad. El mismo subjetivismo, el mismo desprecio por la regla objetiva de la tradición, la misma adhesión voluntarista al capricho, sólo que focalizada en un hombre al que se pretende convertir en un dios.

No tienen más criterio que lo que el Papa dice, así sea en el baño o en esta costumbre germánica de la desgraciada charla de sobremesa, así sea que el mismo Papa diga que lo que dice no es magisterial. No importa. Como los fanáticos japoneses que no aceptaban las palabras de Hirohito cuando éste proclamó que no era dios, decenas de fieles y sacerdotes neocon han saltado, desesperados, a modificar la doctrina católica, a cambiar los ridículos fundamentos físicobiológicos que denigraban al preservativo por el tamaño de los micrones de los poros y de los virus (a mí siempre me parecieron temerarios primero e improcedentes después) para hacer una verdadera apoteosis del caucho.

Nuestro compatriota Ignacio Anzóategui decía jocosamente que le gustaría que Dios derogara el sexto mandamiento para verles la cara de asombro a las monjas; similarmente, cabe preguntarse cuántos neocon, si el Papa dijera en forma coloquial que ha perdido la fe, no saldrían a proclamar solemnemente que Dios no existe... porque lo dice el Papa, que es infalible.

Cuarta conclusión práctica. No existe más magisterio ordinario, hay un magisterio informal o magisterio paralelo que tiende a conformar al mundo. Es tal la opacidad informativa, tal la torcedura gnoseológica de los mass media, que toda ambiguedad o fórmula gestual configura dicho magisterio paralelo, que es el único que en rigor llega a los fieles y no fieles católicos. "El Infierno no existe" "La Iglesia se equivocó con Galileo" "Se cambio la doctrina del limbo", "la Iglesia acepta el preservativo" son las fórmulas que van configurando, en el Syllabus de Clarín, las vagas nociones magisteriales del catolico medio. Las encíclicas duermen en los cajones, negligidas incluso por los profesores de teología.

El problema con el magisterio paralelo es precisamente que no exige modificación alguna del magisterio oficial, pero hace el mismo daño que si se modificara este ultimo.

El magisterio paralelo es una siniestra combinación de ambiguedades gestuales (beso del Corán, Asís, pedidos de perdón) o declarativas (DH, este libro), que son complementadas por el "espíritu de lo que se quiso decir", sea por oficiales pontificios (en el caso, Lombardi y Simón; recordar también el artículo solapadamente pro aborto de Fisichela en L'O.R. que le valió el tremendo castigo de ser elevado nada menos que a un nuevo Dicasterio Romano) o por teólogos oficiales en sentido contrario al magisterio oficial.

El truco ya lo conocemos, es el mismo del espíritu del Concilio.

Frente a esto, el discurso neocon afirmará que "el Magisterio no ha cambiado", lo cual es verdad. Y acto seguido dirá: "lo que ha dicho el Papa es lo que la Iglesia siempre dijo", lo cual no es verdad. Conocemos ad nauseam el ejercicio, que resiste cualquier análisis lógico o de confrontación textual. Cuando alguien advierte que hay una mutación, el neocon, desesperado por afirmar la autoridad aunque sea a costa de la verdad, y para desarticular toda reacción ortodoxa, citará los textos más ortodoxos; cuando uno cite los aspectos contradictorios, el neocon dirá que "hay que suspender el juicio, porque no somos nadie para juzgar si hay contradicción o no".

El truco es viejo. Esperemos que el Santo Padre zafe de la red que le han tendido y que su imprudencia generó. Tan luego a él, el principal desenmascarador del "Espíritu del Concilio", le vienen a inventar un "Espíritu de Ratzinger".

Una humilde sugerencia: no se puede jugar a la furbizia en el país de los furbos, no se puede ser un vivo en la patria de Berlusconi. Más vale mantener la ingenuidad germánica, aunque termines como Adriano VI.

Ludovicus"

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